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Reflexión – En la tormenta, Él es tu fortaleza

En los momentos de dificultad, cuando el camino parece oscuro y las cargas se sienten demasiado pesadas, es fácil preguntarnos: «¿Dónde está Dios en medio de esto?» Pero es precisamente en esos instantes cuando nuestra fe es llamada a crecer, a confiar más allá de lo que vemos y sentimos. Como cristianos, tenemos una promesa inquebrantable: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia» (Isaías 41:10).

Jesús, en el Evangelio de Mateo, nos dejó una invitación que resuena con fuerza en medio de nuestras luchas: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). Él no nos promete una vida libre de problemas, pero sí nos asegura que no estamos solos. En cada lágrima, en cada momento de angustia, Él camina a nuestro lado, sosteniendo nuestras manos y recordándonos que Su gracia es suficiente.

La cruz es el mayor recordatorio de que Dios no nos abandona. Cristo, en Su sufrimiento, nos mostró que el dolor no tiene la última palabra. La resurrección es la prueba de que, después de la noche más oscura, siempre llega la luz. Por eso, cuando sientas que no puedes más, recuerda que «todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13). No es tu fuerza, sino la Suya la que te sostiene.

Hoy, si estás pasando por un valle de sombras, levanta tu mirada hacia el cielo. Confía en que Dios está obrando, incluso cuando no lo entiendas. Él es tu refugio, tu fortaleza y tu esperanza. «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿de quién he de atemorizarme?» (Salmo 27:1).

Que esta reflexión sea un recordatorio de que, en Cristo, siempre hay esperanza. Él es tu roca firme, tu consuelo en la tribulación y tu paz en medio de la tormenta. No temas, porque Él ya ha vencido. Avanza con fe, porque el Dios que calma los vientos y las olas está contigo. ¡Amén!