A veces oramos con fe, con lágrimas, con un corazón sincero… y no pasa nada. O al menos, eso parece. Sentimos que Dios guarda silencio, que nuestras palabras se pierden en el viento, y que el cielo está cerrado.
Pero ¿sabías que el silencio de Dios también habla?
Dios no siempre responde en el momento que queremos, pero siempre responde en el tiempo que necesitamos.
Cuando parece que Dios no hace nada, muchas veces está haciendo más de lo que imaginamos. Está obrando en el corazón de las personas, está alineando circunstancias, está fortaleciendo nuestra fe. Porque la fe verdadera no se mide cuando todo va bien, sino cuando todo está en silencio y aún así seguimos creyendo.
Jesús también experimentó el silencio del Padre en la cruz. Él gritó: «Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo 27:46). Pero incluso en ese momento de dolor, el plan de salvación estaba cumpliéndose.
Si hoy estás esperando una respuesta, no te rindas. Tal vez Dios esté en silencio, pero no está ausente. Él está más cerca de lo que crees. Sigue confiando. El que prometió, es fiel.
«Aunque la visión tardará aún por un tiempo… espérala, porque sin duda vendrá, no tardará» – Habacuc 2:3