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Muchas actitudes humanas que engendran conflictos e insatisfacciones, se pueden explicar con la ayuda de una fábula que se atribuye a un pensador Chino. Partimos de un diálogo entre animalitos:

-¿Adónde pretendes volar?, le preguntó una codorniz a una lechuza que apareció por allí, fuera de horario, con el proyecto de un viaje lejano en mente, disconforme por la situación que le rodeaba.

-Me voy hacia el sur; ya lo tengo decidido, fue la respuesta amarga de la lechuza.

–¿Y por qué te vas?

–Desaparezco de aquí porque los vecinos de la aldea ya no soportan mis chillidos y gritos estridentes. Estoy cansada de amenazas.

La codorniz, perpleja, tratando de no perder la calma, hizo una mueca intentando una sonrisa, y le aconsejó:
–«No te apresures… piensa bien lo que vas a hacer. Con salir de aquí no se soluciona mucho el problema. Lo que tienes que hacer es cambiar ese grito estridente y molesto por otro más suave, cadencioso y en unas horas verás cómo la gente te va a apreciar y más de uno te admirará.
Si no te animas a cambiar tu ruidoso comportamiento, acuérdate de que en ningún lugar de la tierra encontrarás paz… a lo sumo que quieras habitar en un solitario desierto».
La solución no está en huir de las dificultades, sino en reubicarnos en la comunidad, respetando para que nos respeten».

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Esta fábula se hace realidad en la vida de muchos de los humanos.

Hay personas que son un problema continuado, para sí mismos y también para los que están cerca.

Los defectos personales no se solucionan sólo con cambiar de aire o de geografía. El cambio de posturas o conductas irritantes e hirientes por otras más humanas, hacen más fácil la convivencia.

El dominio de sí mismo y la superación de defectos ayuda a crecer y da personalidad. Por eso antes de huir de las realidades es preferible cambiar nuestra manera de pensar, de actuar, de hablar, de vivir.

Francisco de Sales nos dejó este pensamiento:»Obrar el bien, si además se hace con alegría, es un doble bien».

Comportándonos correctamente, sin mentirnos a nosotros mismos ni al prójimo, viviendo nuestra realidad y dejando vivir en paz a los demás, encontraremos el camino del equilibrio que lleva a la felicidad.


Autor: Reynaldo Vázquez